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jueves, 9 de abril de 2015

PRIMERA ERA. CICLO SEGUNDO: "USOS, LEYENDAS, MANÍAS Y COSTUMBRES". FASE I: "LO ATEMPORAL".(Capítulo 1)

NUEVAS LEYENDAS DEL LAGO ATITLÁN

DOSIS ABRIL 2015

Jorge Ruiz Cuesta
http://i.creativecommons.org/l/by-nc-nd/3.0/nl/88x31.png
ATITLÁN
Cerca del Agua





ADVERTENCIA PARA INADVERTIDOS-AS


Toda búsqueda de leyendas es legendaria. 
Toda búsqueda o indagación sobre uno mismo es una búsqueda o indagación universal. El tiempo, el ingrediente esencial de la vida, se hace espiral y, entonces, sus ciclos no se repetirán, en todo caso, repetirán el biorritmo que los contemporice. Esa es la armonización primordial, la que habrás que buscar, encontrar y mantener, cueste lo que cueste, en el bombeo de tu corazón, los ritmos de tu respiración, los anhelos de tu espíritu.
Por eso, si, desconcertado, has perdido la cadencia temporal que se acopla a tu ser, aquí podrás encontrar un nuevo vínculo entre lo íntimo y lo universal que no siéndote propio, tampoco te sea ajeno.

Y todo porque, si buscas leer, vivirás, y si buscas vivir, leerás.


ÍNDICE CICLO SEGUNDO: 
"USOS, LEYENDAS, MANÍAS Y COSTUMBRES"

FASE I: “LO ATEMPORAL”
1. MANDAMIENTOS FUGACES DEL TIEMPO ETERNO
2. TIEMPO GANADO, TIEMPO PERDIDO
3. LAS PUERTAS DEL VOLCÁN
4. ATRAPAPOETAS

FASE II: “ANIMALES”
5. LA VERDADERA Y JAMÁS CONTADA HISTORIA DE LOS PATO POC
6. LOS PERROS DEL LAGO
7. LOS CHELES DE LOS HOMBRES

FASE III: "MANÍAS"
8. FECUNDACIÓN IN LAGO
9. BAUTISMO
10. PODER ONÍRICO DEL LAGO ATITLÁN
11. GEMELOS

FASE IV: “COSTUMBRES”
12. LEYENDA QUE SE ANTICIPA
13. AVISTAMIENTO
14. SEÑALES DEL NUEVO AÑO

FASE V: “NO LUGARES”
15. EL PUEBLO VOLADOR
16. EL CERRO DE ORO

FASE VI: “PERSONAJES LEGENDARIOS”
17. ENANOS (o "Nuestra Madre Tierra re-quiere lo pequeño")
18. ALDOUS HUXLEY ( o "La tozuda imaginación")
19. LAKE (o "El curandero gringo")
20. EL PRINCIPITO DEL LAGO (o "Un personaje en busca de lector")

Autoretrato simbólico: ""Usos, Leyendas, Manías y Costumbres"

FASE I
“LO ATEMPORAL”


1. MANDAMIENTOS FUGACES DEL TIEMPO ETERNO.

“Mi papá me ha dicho que te presente al abuelo Axuwaan. Él es el anciano más anciano del mundo. Axuwaan te llevará porque hay que salir a las tres de la mañana”. 
¿Y por qué tan temprano?.
“Porque vive lejos y se levanta como el sol”.
Supuse que María había querido decir “con el sol”, pero no abrí la boca, al ver que los dígitos de mi reloj-despertador marcaban las 22:45 y apenas me quedaban cuatro horas para dormir.
Chema Cox and Edwin González: "Cascada de Espíritus"
Axuwaan, que es gelol (tocayo) de su abuelo Axuwaan, “el Anciano más Anciano del Mundo”, es uno de los hermanos de María. “Tiene casi 31 años pero en su mente sólo pasaron seis o siete”, me advirtió ella cuando me lo presentó. 
Axuwaan, a quien después de un mes de estrecha convivencia, consideraba ya mi propio hermanito, es una de esas personas que uno comienza a querer inmediatamente. Quizá porque su mundo, detenido en la infancia, es el más acogedor de los mundos posibles. El brillo de su mirada, su sonrisa perenne, (parece reír incluso cuando solloza y no llora casi nunca), el sonido onomatopéyico de su risa que siempre cae en carcajada, contagian al más insensible. Su manera de tomarte de la mano, sus silencios, su forma de estar y hacer, son invitaciones a la ternura, la melancolía, la paz.
Chema Cox and Edwin González: "Cerro del Cacique Dormido"
La oscuridad era brumosa de modo que abandonar San Pedro en dirección al Volcán, fue como ir saliendo de una nube o atravesar una telaraña invisible hecha de restos de sueño. Axuwaan se adelantaba a menudo en el camino y me esperaba en algún lugar para señalarme un árbol, una flor, un fruto, un pájaro. En esos momentos hubiera querido que fuese mi hijo. El sol asomaba por las montañas justo cuando llegamos al umbral de la casa del anciano más anciano del mundo. 
La casa eran tres chozas de adobe con techo de paja, una un poco más grande que las otras dos, iguales a las que había visto en las fotografías de los años 40 que tienen expuestas en la biblioteca municipal de San Pedro.
El anciano estaba rezando en su habitación y esperamos a que terminara sus oraciones. Mientras, una señora, nos hizo pasar a la cocina. 
Benjamin & Lois Paul's Photos
Después de saludar a Axuwaan pasándole la mano por la cabeza como se hace con los niños en señal de respeto, me dio la mano mientras se tapaba la boca (casi desdentada) con el delantal. Con gestos (al principio pensé que no hablaba español) nos invitó a bolillos y café. Podía ser una tía de María, pero no se le parecía en nada. Su piel era muy morena y su nariz mucho más ancha. Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra reparé en la presencia de cuatro niños de estaturas escalonadas como los Dalton, que nos miraban cual luciérnagas desde el fondo de la cocina. ¿Quiénes podían ser?. ¿Nietos de la tía de María?. ¿O la señora no era tía de María?. Cuando la señora me pasó una taza de café, encendí un cigarrillo mecánicamente y al ir a preguntar a Axuwaan, precisamente para dejar de hacerme preguntas, vi entrar al otro Axuwaan, el Anciano, en la cocina. Inmediatamente me sentí como el violador de un recinto sagrado. Me levanté de un salto e hice el amago de arrojar el pitillo al fuego, pero el Anciano dijo algo en tz´utujil que me paralizó el gesto y la intención. 
Lorenzo González Chavajay: "Juanera
La señora, mientras retiraba el café de la estufa, tradujo: “Ha dicho: no tires el cigarro porque los dioses de la lluvia son grandes fumadores y las colillas que tiran son los cometas”. 
Seguí fumando pero más cohibido todavía. El Anciano en verdad parecía el más anciano del mundo. Era un hombre menudo, delgado, con huesos grandes que se marcaban en sus clavículas, en sus codos y, supuse en sus piernas. Llevaba el traje tradicional tz´utujil con la banda en la cintura y un pañuelo cubriéndole la cabeza. Los pies descalzos parecían esculpidos en caoba. Al entrar en la cocina traía una vela en la mano y recordé la anécdota de don Feliciano y su levitación. Comparado con él, éste parecía el doble de anciano en la mitad de cuerpo. 
Al llegar junto a la estufa, inclinó la vela para que descargara su cera y la posó con gran destreza sobre el cemento de la estufa. La luz de la vela osciló un poco, se inclinó a la izquierda, después a la derecha y, por fin, se estabilizó. Me fijé en sus manos, quizá porque por efecto de la iluminación o de los ojos fascinados con que yo lo miraba todo, me pareció estar viéndolas “en negativo”. Las venas, hinchadas como cañerías rebosantes se veían blancas cuando debían tender al azul y su piel oscura, como la de la señora que yo creía su hija, era gris ceniza. 
Pedro Rafael González Chavajay: "Madrugada a la Ceremonia"
Cuando la vela se estabilizó el anciano se acercó a mí. Yo me levanté para tenderle la mano y recibirlo con todo el respeto del mundo, pero él hizo lo que haría un ciego: elevó sus manos a la altura de mi cara, como para tantearla. Yo cerré los ojos ofreciéndosela y comenzó a tocarme. Noté la rugosa yema de sus dedos tanteando la forma de mis ojos, nariz, boca. Lo vi, en la oscilante luz de los ojos recién cerrados como un gigante. No puedo expresarlo de otro modo: como si fuera la brisa del lago quien estuviera auscultando mi rostro. Este instante eterno duró hasta que Axuwaan se interpuso entre nosotros tomando la mano del anciano y besándola en señal de respeto. El anciano sonrió, dijo varias frases que nadie tradujo y se sentó en la silla vacía junto a la estufa. 
Hechas las presentaciones resultó que la señora Catalina es tía de María y los niños (Angel, Marina, Gabriel y José, “pura marimba”). son sus nietos. Al conocer los nombres de todos me pareció que aumentaba la luz del cuarto. 
El Abuelo Axuwaan, “El Anciano más Anciano del Mundo” -así lo volvió a presentar la tía Catalina-, me hizo un interrogatorio exhaustivo en el que le conté a grandes rasgos un viaje concebido para cuatro meses pero que ya duraba más de dos años. Por momentos me sentí como en una reunión internacional, en la que la tía de María, una mujer como las que veía en el mercado, desempeñaba el papel de traductora de la ONU.
La escena era como soñada.
“¿Y cuánto tiempo llevas en el pueblo?”.
Apenas tres meses, pero no tengo intención de marcharme. 
“¿Tres meses y todavía no ha olvidado su reloj?”, preguntó por primera y única vez en español con su vocecita que parecía provenir de una cueva.
La verdad es que me lo prestó su nieta María y hoy lo llevo puesto porque necesité la alarma para levantarme temprano, pero le aseguro que no es lo habitual, dije disculpándome mientras me lo desabrochaba como quien se libera de la pesada carga del tiempo. 
“Ah María, María. Sigue sin gustarme cómo se cuenta la vida porque yo, por ejemplo, nací un 29 de febrero y según el calendario católico, tendría hoy 23 años”, dijo el anciano en tz´utujil. Tras la traducción de la tía Catalina, hubo un silencio de segundos que se me hizo incómodo, denso y largo como un minuto. Axuwaan ya estaba comiendo su tercer pan dulce de la mañana y verle así me distendió.
De esto en aquel momento no me daba cuenta, pero ahora tengo la sensación de que el Anciano estaba preparando con un ejemplo práctico, “algo” que todavía no me iba a contar, pero me estaba anticipando. 
El Anciano hilvanó un discurso que su hija resumió en frases cortas de ritmos cambiantes que se alargaron y aceleraron más o menos así: 
“El tiempo es sagrado. Es lo que somos. No podemos engañarlo. No debemos acosarlo. No hay que desear atraparlo, mucho menos dominarlo, administrarlo, matarlo, gastarlo, venderlo o comprarlo”. Casi toda esta enumeración negativa la tía Catalina la pronunció en español, porque al parecer no hay conceptos equivalentes en tz´utujil, menos aún aplicables al tiempo. “Las personas fuera de ciclo, lo engañan porque se adelantan. Pretenden siempre un avance o un fin pero entonces el tiempo huye, se alarga infinitamente y se aloca como una serpiente sin cabeza. Las personas lo acosan y creen atraparlo cuando buscan rejuvenecerse, parar el tiempo, volver atrás… Se equivocan porque lo administran mal y lo miden torpemente. No se puede medir lo que no se comprende, como no se puede tener lo que no existe. Para eso son las oraciones, las ceremonias, para pedir perdón, alabar, agradecer el tiempo que tenemos y nos sostiene”.
Yo seguía con tal concentración el discurso (como para grabarlo tal cual en la memoria), que me produjo un shock cuando el anciano interrumpió bruscamente su discurso y se levantó lentamente, aunque sin apoyarse, para disculparse diciendo que tenía varias responsabilidades ese día, que “el día ya le había dado su permiso”, y que si no se apresuraba lo iba a defraudar.

Durante muchos días, tal vez meses, la experiencia de aquel encuentro con “el Anciano más Anciano del Mundo”, me dejó una sensación final de cierto desencanto. Me descorazonaba que el resultado último del uso del tiempo, al modo maya o al modo occidental, fuera la prisa: realizar cuantas más actividades en una jornada. Era como si, en el fondo, todos se fijaran en sus propias trayectorias sin tener verdaderamente en cuenta al tiempo, de modo que, en realidad, para entendernos, creyendo contarlo, nos descontaba Él.
Pedro Rafael González Chavajay: "Día de Ceremonia en Chichicastenango"
A la pobre María la aturdí a preguntas y me fue explicando que las ocupaciones de aquel Anciano eran como las de un ministro o un general. No se sabía de dónde sacaba el tiempo (y la energía, dada su edad) para hacer todo lo que hacía por la comunidad: mediar en disputas, herencias, divorcios, casamientos…, supervisar trabajos comunes, nombrar responsables y vigilar lo decidido en el Consejo de los Principales. Por eso es tan respetado y se le llama “el Anciano más Anciano del Mundo”, como una expresión de cariño y admiración, devoción y respeto. 
“Él es autoridad, pero no una autoridad que uno dizque vota para que haga una cosa y después hace otra. En nuestra lengua, autoridad quiere decir, el que tiene su trabajo, el que cumple los acuerdos que sirven a la comunidad”.
Sólo muy lentamente y por los caminos más inesperados, fui asimilando algunas de las muchas cosas que escuchaba mencionar. 
Pedro Rafael González Chavajay: "El Pan Nuestro"
Pero de un modo muy especial y muy sutil, fue “el Anciano más Anciano del Mundo”, quien me había puesto a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo o de nuestra relación con él, a partir de aquella definición tan concentrada como fugaz. 
Aquí, por el momento, presentaré la interpretación que en aquel momento me dejó tranquilo. Ya habrá tiempo de explorar otras experiencias pasadas o futuras.
Durante varios días, semanas o meses, (ahora con tantas experiencias como acumulo, no lo puedo recordar), a partir de lo central de aquel discurso sobre el tiempo, lo primero que se me ocurrió fue enumerar eso que no se puede hacer con Él. Me salieron, así lo anoté en el cuaderno, “Diez mandamientos fugaces del tiempo eterno”. Enseguida comprendí que todos ellos se encerraban en los dos primeros: (1) es sagrado y  (2) es lo que somos, porque de estas dos condiciones se deriva que NO lo podemos engañar (3), acosar (4), atrapar (5), dominar (6), administrar (7), matar o gastar (8), vender (9) ni comprar (10). Si lo usamos de este modo, ofendemos a la Naturaleza (lo sagrado) y nos ofendemos a nosotros mismos (es lo que somos”, es lo que tenemos y nos sostiene”), por tanto, lo que le hacemos al tiempo nos lo hacemos a nosotros mismos. 
Vicenta Puzul de Gonzalez: "Bendición de Mazorca"
Hasta ahí, todo me parecía bastante claro, asimilable desde una lógica cartesiana, e incluso acorde con mi propia sensación. Pero, si el tiempo es lo que somos, es en definitiva el existir, la vida, ¿cómo hacer para no disponer de él, o cómo hacer para desprenderse?.
Tratar de contestar esta pregunta con lo vivenciado hasta aquella entrevista fue el mayor escollo. Pasé muchos ratos perdidos buscando alguna lógica que mi mente de entonces pudiera comprender. Sólo sentí que recuperaba o volvía a ganar mis momentos perdidos cuando entendí por fin algo muy básico. A saber: que la función más frecuente de las ceremonias en cualquier cultura (incluida la occidental) consiste en pedir permiso para cultivar, podar, cosechar, festejar, seducir, casarse… 
Emilio González Morales: "El respeto de los Antepasados"
Por todo esto, y por las experiencias que se sucedieron antes y después sin lógica temporal alguna, comprendí que aquel día, el anciano más anciano del mundo, una vez obtenido el permiso del día y después de conversar fugazmente con Axuwaan y conmigo, no tenía prisa por “su tiempo”, sino por “El Tiempo” y no salía a realizar todas aquellas acciones del día en un tiempo limitado, acotado, cercado, para cumplimentar con su “agenda”, su “trabajo”, “su cargo”, o para satisfacer un provecho personal, sino para Concelebrar el Tiempo, el transcurrir de la vida, que es todo lo que somos y que sólo se vuelve sagrado si se consagra a los demás (¿ahí está el cómo “desprenderse”?).
Por fin había comprendido lo que el maestro (una biblioteca andante, como se dice de los ancianos en África) había querido transmitirme en aquel primer contacto: la necesidad de respetar los ritos, que son la puerta de entrada en ese diálogo horizontal, de igual a igual con todo lo vivo, y por tanto, de modo especial con el tiempo. Afán de comunicación intersubjetiva, diálogo de igual a igual que explica, lo esencial de la cultura maya.


Chema Cox and Edwin González: "Contemplando el paisaje"

PRÓXIMAMENTE





... EN UN TIEMPO...
...PRÓXIMO, quizá este mismo mes, aunque de otro calendario...


CICLO 
TERCERO

"USOS, LEYENDAS, MANÍAS Y COSTUMBRES"


ÍNDICE 

FASE I 
“LO ATEMPORAL”
1. MANDAMIENTOS FUGACES DEL TIEMPO ETERNO
2. TIEMPO GANADO, TIEMPO PERDIDO
3. LAS PUERTAS DEL VOLCÁN
4. ATRAPAPOETAS





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DESPERTAR SOÑANDO. S.A.
Atitlán,
Cerca del agua.